No es que yo crea en vos.
Ni vos en mí.
Ya superamos esa etapa.
Simplemente nos gusta tener a alguien ahí
para acompañar la oscuridad.
Siempre nos sentamos en silencio
y esperamos que los minutos
suelten las palabras de donde se quedaron enganchadas
desde hace tantos años.
Es casi como encontrar una piñata vieja, decís vos, dios,
y recogés una del suelo.
La probás rápidamente
y hacemos una mueca de dolor.
Asentimos juntos como si recordáramos algo.
¿Cómo es?, pregunto.
Es como masticar papel de aluminio, decís,
toda esta dolorosa esperanza desnuda.