La cinta de Moebius
como resolución de la dualidad
Cortázar muestra en sus obras preocupación por el tema de
los opuestos, de los contrarios, y expresa literariamente la búsqueda de una
forma filosófica que resulte adecuada a su concepción del mundo y que pueda
resolver este problema. Sobre su experiencia de la duplicidad, Cortázar nos
cuenta: "Siempre seré como un niño para tantas cosas, pero uno de esos
niños que desde el comienzo llevan consigo al adulto ... una coexistencia pocas
veces pacífica de por lo menos dos aperturas al mundo (...) y esa yuxtaposición
que hace al poeta y quizá al criminal, y también al cronopio y al humorista
(cuestión de dosis diferentes, de elecciones: ahora juego, ahora mato) se
manifiesta en el sentimiento de no estar del todo en cualquiera de las
estructuras, de las telas que arma la vida y en las que somos a la vez araña
y mosca". (La vuelta al día en
ochenta mundos, subrayado mío)
Su avatar en Rayuela, el
escritor Morelli, dice: “Puede descubrir
que la luz es continua y discontinua a la vez, que la molécula de la bencina establece entre sus
seis átomos relaciones dobles y que sin embargo se excluyen mutuamente; lo admite, pero no puede
comprenderlo, no puede incorporar a su
propia estructura la realidad de las estructuras profundas que examina”.
(Rayuela). Cortázar está evidenciando una indagación
interior que quiere resolver esta contradicción, primero en forma plenamente
intelectual y luego también íntimamente, afectivamente. En sus cuentos nos encontramos con una
estructura binaria, muchas veces reflejada en la figura del doble, y hallamos un puente que los personajes
atraviesan para pasar de una realidad a otra, de una identidad a otra. Pero
esta identidad de los personajes ya está construida con la interferencia que
proviene del otro plano y que provoca una inestabilidad. Irrumpen fuerzas extrañas, perturbaciones de
lo normal que nos permiten descubrir dimensiones ocultas. Se trasluce el intento activo del autor de
moldear su conciencia de acuerdo con el paradigma científico relativista y
cuántico, no buscando una síntesis, sino más bien una complementariedad.
Lo que se está expresando es la función individualizadora de la razón, opuesta a la
función identificadora: según Heisemberg cuando observo un proceso, lo modifico, por lo
tanto no puedo observar “objetivamente” y este conocimiento objetivo
estrictamente no existe. Es el cambio permanente el que no permite nunca que el
objeto se identifique consigo mismo. Por otra parte la razón solo puede
funcionar con la función identificadora, de modo que se da la paradoja en la
ciencia moderna de tener que trabajar con dos hipótesis contradictorias al
mismo tiempo y tratar de “acercarnos” a la realidad, sin tener ya ese saber una
pretensión de verdad o de absoluto. El sistema actual en epistemología no tiene
límites definidos, ni entre los elementos ni al interior de ellos. La totalidad
del sistema está ahora constituida por el fenómeno observado y el proceso de
observación. Los puntos de control están dispersos, difusos en la estructura de
un sistema impredecible. La unidad del sistema es la complementariedad del
sujeto y objeto. El todo está en la parte que está en el todo. Los fenómenos
son despliegues de consciencia y la consciencia despliegue de fenómenos. Las
cosas pueden ser y no ser a la vez, ser implícitas y explícitas, a la vez.
En los comienzos de esta búsqueda cortazariana, Olivera
dice: “Si hay conciliación tiene que ser otra cosa que un estado de
santidad, estado excluyente desde el
vamos. Tiene que ser algo inmanente, sin sacrificio del plomo por el oro, del celofán por el cristal, del menos
por el más; al contrario, la insensatez exige que el plomo valga el oro, que el
más esté en el menos. Una alquimia, una geometría no euclidiana, una indeterminación
up to date para las operaciones del espíritu
y sus frutos” (Rayuela). Aquí se
trasluce también la influencia surrealista que, por su parte, brega por
una “resolución dialéctica de las viejas
antinomias: acción y sueño, necesidad lógica y necesidad natural, objetividad y
subjetividad, etc.” (Breton, 1971) pero también habla de “la absurda distinción
entre los bello y lo feo, lo verdadero y lo falso, lo bueno y lo malo”. Es
complejo y arduo lograr una lógica tan contraria a la razón, Cortázar lo
intenta. A pesar de todo, él busca la unidad y habría que pensar si esta
búsqueda no es la única posible para el hombre.
Dice sobre John Keats: “Que el día no sea también la noche lo aterra y
lo encoleriza; que cada cosa aprehendida
suponga su contrario remoto e inalcanzable, lo humilla. El acto genético
de apartar la luz de la tiniebla le
parece a Keats taxativo, y al gesto escindente responde con el abrazo que reconcilia
sin confundir, que busca la oneness (Imagen de John Keats, subrayado mío).
Ahora bien, si la solución consiste en poner de relieve la
falsa contradicción de los contrarios, podríamos encontrarnos con la
indistinción entre ellos y esto no es lo que se persigue. Cortázar encuentra la figura que anda buscando
en la banda de Moebius. Su forma revela por sí misma la ilusión de los
sentidos, donde vemos dos sólo hay uno. Cortázar ya utiliza la estructura de la cinta
de Moebius, aunque sin hacerla explícita, en cuentos como “La noche boca
arriba” y “Lejana” entre otros. Hay dos planos, uno cotidiano y otro
extraordinario, en el momento en que se realiza la unión de los dos, se revelan
como uno: anverso y reverso y se forma la cinta.
El plano anverso: Es el que revela lo real. Dos jóvenes que
se encuentran. Janet va en bicicleta, es virgen, tiene miedo del sexo pero
también inconscientemente lo ansía. Robert es un marginal, ha tenido una vida
dura, ha vivido en reformatorios, su capacidad intelectual es muy poca, vive el
presente como puede. Es el plano
predeterminado por la cultura, donde los acontecimientos son explicables y
predecibles.
El plano reverso: Es el de la realidad extendida. Se revela
lo extraordinario. Comienza con la muerte de Janet. Los estados que ella
atraviesa. Al mismo tiempo, Robert continúa en el plano real. Lo que los une en
esta instancia es el tiempo, el
suceder en forma simultánea.
El encuentro: Robert se suicida y va al encuentro de Janet.
Se revela que no había dos planos, era sólo uno, una sola realidad dinámica.
La
violación: Bataille, sexualidad femenina
Muchos han visto en la erótica de Cortázar la influencia de
Bataille. Para este autor el erotismo es una experiencia que nace del interior
y que se manifiesta en las experiencias corporales. La muerte y la vida dominan
el campo del erotismo, pues el erotismo a lo que apuesta es a una continuidad,
en oposición a la discontinuidad que nos es característica desde el momento de
ser humanos: somos discontinuos porque estamos separados del otro, porque entre
uno y los demás hay un profundo abismo, aún con los más amados, aún con los
amigos más íntimos. La no reciprocidad, el desencuentro, la soledad y la no
unicidad nos alcanza. La continuidad mágica, terrible, fusionable es lo que
busca el erotismo. Ser con el otro uno, ser ambos continuo. “Enroscar mi cuerpo
con el del amado y ser con él un ente único, ser con el otro un igual, ser con
el otro un todo, lo cual nos sitúa ya en el campo de la muerte, pues el deseo
sería morir con el otro, fusionados.” (El
erotismo, Bataille) Afirma que todo acto sexual lleva la marca de la
trasgresión: el acto sexual es pecaminoso siempre, es un poco vergonzoso,
siempre tendrá valor de fechoría, y es esta condición transgresora lo que
permite que el matrimonio pueda acceder al erotismo. “Lo que tiene de notable
el interdicto sexual es que se revela plenamente en la transgresión… jamás la
interdicción aparece sin la revelación del placer ni jamás el placer sin el
sentimiento de la interdicción.”
Para Bataille las mujeres no son necesariamente más deseables que
los hombres, pero son el objeto privilegiado del deseo porque históricamente
han sido quienes provocan el deseo del hombre; las mujeres se han ofrecido,
en una actitud pasiva, al deseo agresivo de los hombres. Las mujeres -dice Bataille- cuidan su belleza,
se arreglan, se adornan y al hacerlo se asumen y ofrecen como objeto al deseo
de los hombres, para luego negarse un poco. En el juego de la seducción --a
cargo de las mujeres según la visión de Bataille-- las mujeres juegan a que
huyen, la mujer hace como que escapa, avivando el deseo.
Es desde este punto de vista que Cortázar vuelve al tema de la
violación. En primer lugar porque desprecia una sexualidad rutinaria o adaptada
socialmente, pero, más importante, porque quiere remarcar la transgresión en el
acto sexual. Su visión de este interdicto es, tomado acabadamente, el de la
violación, porque él siente que ése es su papel en tanto hombre, encarnar el
deseo agresivo y está íntimamente seguro de que la transgresión femenina está
en la entrega a ese deseo. Por eso le gustaría que la mujer gozara cuando es
violada.
El tema de la violación atraviesa la obra de Cortázar durante la
primera mitad de los años setenta. En el
Libro de Manuel Andrés Favat viola analmente a Francine,
(«Y algo nuevo nacía en su llanto, el descubrimiento de que no era
insoportable, que no la estaba violando aunque se negara y suplicara, que mi
placer tenía un límite ahí donde empezaba el suyo y precisamente por eso la
obstinación en negármelo, en rabiosamente arrancarse de mí y desmentir lo que
estaba sintiendo, la culpa, mamá, tanta hostia, tanta ortodoxia.») Volvemos a encontrar el tema en “El rio”: “La sábana te cubre a medias, mis manos empiezan a bajar
por el terso dibujo de tu garganta, inclinándome respiro tu aliento que huele a
noche y a jarabe, no sé cómo mis brazos te han enlazado, oigo una queja
mientras arqueas la cintura negándote, pero los dos conocemos demasiado ese
juego para creer en él, es preciso que me abandones la boca que jadea palabras
sueltas, de nada sirve que tu cuerpo amodorrado y vencido luche por evadirse,
somos a tal punto una misma cosa en ese enredo de ovillo donde la lana blanca y
la lana negra luchan como arañas en un bocal. De la sábana que apenas te cubría
alcanzo a entrever la ráfaga instantánea que surca el aire para perderse en la
sombra y ahora estamos desnudos, el amanecer nos envuelve y reconcilia en una
sola materia temblorosa, pero te obstinas en luchar, encogiéndote, lanzando los
brazos por sobre mi cabeza, abriendo como en un relámpago los muslos para
volver a cerrar sus tenazas monstruosas que quisieran separarme de mí mismo”.
Aunque no se trata de una violación, describe el sexo entre Olivera y la Maga
de este modo: “La hizo Pasifae, la dobló y la usó como a un adolescente, la
conoció y le exigió la servidumbre de la
más triste puta”.
Finalmente la violación como camino de unión total de
los seres está expresada en “Anillo de Moebius”. Aquí Robert realiza su
transgresión masculina, su misión de hombre, casi como en una tragedia griega,
casi sin proponérselo, como su sino inevitable al que los caminos lo han
conducido. A través de él, Janet es salvada de su vida gris y pequeño burguesa
y encuentra su forma verdadera y su deseo después de la muerte. Y es, finalmente, la muerte, la única
que puede unir a los amantes, como en Romeo y Julieta.
En mi opinión, este poema de Pedro Salinas expresa la
visión que también Cortázar tiene de la sexualidad femenina y del papel del
hombre en ella:
Perdóname por ir así buscándote /tan torpemente,
dentro /de ti.
Perdóname el dolor, alguna vez. /Es que quiero sacar/de ti tu mejor tú.
Ese que no te viste y que yo veo,/nadador por tu fondo,/ preciosísimo.
Y cogerlo /y tenerlo yo en alto como tiene/el árbol la luz última/que le ha
encontrado al sol.
Y entonces tú/en su busca vendrías, a lo alto.
Para llegar a él /subida sobre ti, como te quiero/ tocando ya tan solo a tu
pasado
con las puntas rosadas de tus pies,/en tensión todo el cuerpo, ya ascendiendo
de ti a ti misma./Y que a mi amor entonces le conteste/la nueva criatura que tú
eres.
Con todo lo salvadores de mujeres que estos autores se creían,
apenas si habían sabido o querido adentrarse en los secretos de la sexualidad
femenina más allá de lo evidente o de lo que sus amantes hubieran querido
comunicarles en algún momento. No sé si les bastaba el engaño o si les servía
para sus fines. Basta leer este comentario de Cortázar: “Cualquier voyeur de
nuestra literatura actual descubrirá rápidamente que estas chicas (…) se quedan
en un liviano erotismo de clítoris y no acceden casi nunca al vaginal”. De esta incomunicación también habla la
ausencia en la literatura de Cortázar del amor entendido como comunicación
ilimitada y como ternura intensa.
Sadismo
poético
Es a partir de su trabajo sobre Keats, que Cortázar comienza a
describir el conocimiento poético como un “ser la cosa misma mientras dura el
acto poético”. En “Para una poética”
avanza un poco más y dice que para un poeta cuando dice “A es como B”, lo que
hay no es una comparación sino una participación, dos cosas que son una. Saca esta idea de
Levy-Bruhl . Es una voluntad de enajenamiento del poeta que se expresa en la
metáfora. Una cosa no es “como” otra, es otra. El poeta se apropia de lo otro,
se desliza desde la participación a la posesión del ser de lo otro. “Poesía es voluntad de posesión, es posesión.
El poeta agrega a su ser las esencias de las que canta. Canta por eso y para
eso” La imagen sería la forma lírica del
ansia de ser siempre más, una urgencia metafísica de posesión a la que él llama
el “sadismo poético”.
Creo que es también en este sentido que es tomada la violación de
Robert, como un deseo de apropiación del otro ser (escape de la soledad hacia
la unicidad) y al mismo tiempo como apropiación del propio Cortázar que a
través de la violencia preconizada, de la muerte alcanzada, llega y se apropia
como autor de ese “oneness” keatiano en los amantes imposibles.
Los
estados de Janet. El tiempo de Aión. La fuga de Cronos. La oportunidad de Kairós
Cronos es el dios de la génesis, aparece en el seno de la tierra.
Es hijo de cielo y tierra, y su acción principal es castrar al padre. Al castrar
al padre, cielo y tierra se separan y entre ellos comienzan a aparecer todas
las cosas de este mundo, incluidos nosotros, mortales. Se da lugar al orden
cósmico, al Génesis. Para conservar su reinado, y ya que le habían augurado que
uno de sus hijos se sublevaría contra él, devoraba toda su descendencia, porque Cronos es un dios que necesita engullir y matar a
todo lo otro para que permanezca su poder. Es el dios que mata para conservar
su eternidad. Dios de la muerte de todo lo finito, para ser él infinito. Es el
dios que mata a Janet.
El dios Aión, de la Grecia antigua, no es ningún dios genético.
Siempre está. No nace, no es originado.
No tiene que sublevarse contra nada, y no tiene que comerse nada para ser
eterno. Tan sólo da. Sus imágenes son dobles, tanto se le presenta
como a un viejo como encarnado en un niño. Señor del tiempo y de lo que no se
mueve, de lo que no nace ni muere, de lo perfecto. Dios de la vida pero no de la vida que
muere. Dios del pasado, de la vejez, de
la eterna juventud, y del futuro, a la vez. Un futuro y un pasado liberados de
la tiranía de Cronos. Es el dios de los estados post mortem de Janet.
Kairós es el demonio fugaz que aparece como inspiración y nos
lleva a otra dimensión. “Momento
oportuno”, se le llama a este kairós. Ocasión. En griego se utiliza la palabra en
atletismo para llamar al punto justo donde un atleta tiene que entrar para ganar.
El kairós es un tiempo, pero también un lugar, un espacio distinto del espacio
de la duración o del recorrer las manillas del reloj. Se trata de un lugar-tiempo
donde se nos arrebata de Cronos y se nos sitúa en Aión. Es el encuentro entre
Janet y Robert.
Janet deja el albergue (cubo) reglamentado y con olor a encierro
para tomar su bicicleta y andar libre en el bosque. Janet en fuga. En fuga de
los otros cuerpos, tras sus sueños: la velocidad de la bicicleta, los espacios
abiertos. Janet recibida por el aire (el pelo, la blusa, los senos) que a su
vez ella altera y rompe. Un verde traslúcido de túnel... Se tropieza con una
encrucijada. Piensa en parar. Se encuentra con Robert, quien la ve primero y ya
sabe todo. El también en fuga de los reformatorios y de lo poco recibido. La
desea pero no quiere forzarla. Pero la vertiginosidad del tiempo hace que
ninguno de los dos puedan explicarse lo que quieren. Entonces, la fuerza bruta,
la resistencia de Janet, los recuerdos del horror, Janet encerrada, violada,
asfixiada. Robert en la cárcel.
"(...) ser viento
siendo Janet o Janet siendo viento o agua o espacio pero siempre claro, el
silencio era luz o lo contrario o las dos cosas, el tiempo estaba iluminado y
eso era ser Janet, algo sin asidero, sin una mínima sombra de recuerdo que
interrumpiera y fijara ese decurso como entre cristales, burbuja dentro de una
masa de plexiglás, órbita de pez transparente en un ilimitado acuario
luminoso."
"Derivar en lo inmóvil sin antes ni después, un ahora hialino
(traslúcido) sin contacto ni referencias, un estado en el que continente y
contenido no se diferenciaban, agua fluyendo en el agua... una condición fuera
del tiempo, solamente el rush vertiginoso en lo horizontal o vertical de un
espacio estremecido en su velocidad... Alguna
vez se salía de lo informe para acceder a una rigurosa fijeza ...tangible...".
Aquí se sale del tiempo: un ahora hialino, transparente, sin
espesor. Cambio de estados incorporales, extracorporales. (Ella no siente su
cuerpo ni lo ve.) Tampoco tiene voluntad aún. Transformaciones de los cuerpos
sin órganos. Simplemente transita estos estados olas, reptar, etc. Es pura
superficie, puros tránsitos de un estado al otro. Desterritorialización. Se reterritorializa cuando vuelve a la
tangibilidad del cubo, a un presente espeso. (Cronos, en contraste con el
presente traslúcido de Aión) En este retroceso que es el cubo, donde vuelve en
parte a un presente corpóreo, vuelve también en parte a un tiempo y espacio
relativos, sabe, sólo en este estado, que lo prefiere a otros y al dolor que le
causan los continuos devenires de un estado a otro. De a poco (paradoja del
lenguaje, ya que no hay antes y después en su fluir, sólo en el cubo) se va
perfilando un continente y contenido, Janet y su ser olas y luego Janet en las
olas.
No hay antes y después pero hay algo que se va construyendo:
consciencia del cuerpo, voluntad, deseo y ese deseo tiene un nombre: Robert. El
deseo como construcción, pero más aún como constructor. Es la fuerza del deseo
lo que indica que todavía hay eros en ese tánatos de Janet y es esa fuerza la
que la impulsa hacia adelante, que al mismo tiempo es atrás, a su pasado y a su
posibilidad con Robert.
Va surgiendo primero del recuerdo, recuerdos borrosos y mezclados
que se van sucediendo. Nada y nada y comienza a visualizar un término, Robert.
Comienza a desearlo, a sentir su propio cuerpo aunque no lo vea. Llega a Robert
en su estado cubo, aislada absolutamente, intentando territorializarse,
concretar su deseo con Robert. Pero para que ella encuentre a Robert, Robert
debe salir del cubo donde está - -donde ya no registraba el tiempo-- y entrar
en la experiencia de su propio devenir. También debe morir antes. En esos
cambios de estados, en ese desterritorializarse y devenir constante, se
encontrarán en algún momento Robert y Janet.
Aquí ese modo tan familiar de Cortázar de entrar en "lo
otro" se produce justamente con la muerte de Janet y luego de Robert. La
trágica muerte de Janet se produce por esta precipitación del tiempo, un tiempo
cronológico donde no cabe un fluir deseante, donde las palabras fallan como
intercesoras de su expresión. Un cuerpo vacío en fuga que choca contra otro
demasiado violento. Cuando Janet emprende la fuga del albergue (cubo) y entra
en contacto con la brisa, en su libre andar de bicicleta hacia el bosque, ya hay
un anuncio de un ahora de superficie que se interrumpirá con la muerte y
proseguirá en esos sucesivos estados que terminan en su consciencia de deseo de
Robert.
Lo otro siempre es un fluir nómade, liso, en un tiempo aiónico,
intenso. Lo más perturbador es que ese pasaje es sólo posible a través de la
muerte. El túnel, hilera de árboles en el bosque, es el pasaje fatídico que a
su vez dará lugar a la epifanía: el deseo de Janet. Los pasajes a contrapelo
desde el tiempo de Robert son el reverso del anillo de Moebius que forman con
el relato sobre Janet verso y reverso, pura superficie. Estos devenires son
el acontecimiento mismo en el cuento. Janet fluir, Janet nadar, Janet ser
en el agua…
Bibliografía
“Cuentos Completos”, Julio Cortázar, Ed. Alfaguara, Madrid
“Rayuela”, Julio Cortázar, Ed. Sudamericana, Buenos Aires.
“La vuelta al dia en ochenta mundos”, Ed. Siglo XXI, Buenos
Aires.
“Incipit y subtexto en los cuentos de Julio Cortázar y Abelardo
Castillo, Gabriela Menczel.
“La dualidad fantástica: el anillo de moebius de Julio
Cortázar”, Ilinca ILIAN ŢĂRANU
Universidad de Oeste de Timisoara, Rumania
“Julio Cortázar, la prosa de Moebius”, Dra. Yanna Hadatty Mora, Investigadora
“El paradigma complejo, un cadáver exquisito”, Raiza Andrade y Cadenas, Evelin; Pachano,
Eduardo; Pereira, Luz Marina; Torres, Aura. Universidad Interamericana de
Panamá. UNIEDPA.
“La representación de las mujeres y de la sexualidad en la
obra de Julio Cortázar” Amaury De Montlaur .
“El principio y el fin en los cuentos de Julio Cortázar”,
Arturo García Ramos.
“La Fascinación de las Palabras, Una conversación con Julio
Cortázar”, Omar Prego. Muchnik Editores, 1985.
“Los pliegues del tiempo: Kronos, Aión y Kairós. “ Amanda
Núñez. Investigadora. Filosofía. UNED
“Kairos, Aión y Cronos: dioses de la gestión y el
liderazgo”, Eugenio Moliní
Gracias, sublime.
ResponderEliminarmuy bueno
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