jueves, 2 de octubre de 2025

Pequeños mundos. Reseña de "No te acerques tanto al borde" de Lucrecia Labarthe por Milena Sesar


En "No te acerques tanto al borde", Lucrecia Labarthe propone un tránsito íntimo por diversas situaciones, emociones, vínculos, miedos y fantasías. En cada narración, la mutación de los protagonistas se vuelve palpable, a veces angustiante. Ya sea por la espera constante y la necesidad de saber convertida casi en adicción (“Saber”); por el dolor silente frente a la enfermedad y la vejez (precioso, doliente “Los que se van”); por el encuentro con las propias contradicciones (“La China”) o con el asombro que puede provocarnos poner en práctica –casi sin querer– una nueva forma de erotismo (“Desconocidos”); o por la culpa que nos provocan algunas fantasías (la de la madre muerta en “Herencia”), resulta imposible permanecer indiferente.




Leés y comprendés, te enojás, puteás con los personajes, les avisás que no vayan, que no miren o que escuchen más o mejor algunas señales (“Brote”). Nada está servido. La lectura requiere en cada caso el compromiso de pronunciarse, de evitar a toda costa la neutralidad. La identificación con uno u otro protagonista es inevitable: todos o casi todos hemos pasado alguna vez por situaciones semejantes a muchas de las que propone Lucrecia.
La amistad, la pareja, el embarazo, el parto y las partidas, el camino a la locura, las relaciones familiares y el autorreconocimiento son temas que aborda con una prosa
bonita, necesaria, intensa. Cada cuento permite asomarse a un pequeño mundo, descripto con una adjetivación minuciosamente seleccionada, la justa y necesaria para darnos mucho y a la vez dejar margen para completar cada uno de ellos con nuestras
propias vivencias.
En el texto en general hay una apuesta por hallar nuevas formas de pensar la historia, los conflictos sociales o laborales, la ruptura de los vínculos, la muerte, la enfermedad, la espera o la impaciencia, las emociones y el propio yo.
En una época que nos obliga a “barajar imposibilidades”, como dice la protagonista de “Herencia”, aparecen algunas certezas: hay una nueva prosa para temas actuales, pero también para aquellos que, en algunos estratos, parecen haber quedado reducidos poco
más que a cenizas.
Buenos Aires: Arde ediciones, 112 pp., 2025. Tapa: “Andy”, de Alejandra Fenochio (1998, acrílico sobre tela)

martes, 30 de septiembre de 2025

No te acerques tanto al deseo

Reseña de "No te acerques tanto al borde" de Lucrecia Labarthe por Daniel Delfino



El deseo es la dínamo que mueve estos cuentos. El deseo frente a cualquier obstáculo que se le interponga, el deseo sin objeto que urde silenciosamente sus mecanismos invisibles, el deseo del otro que coacciona bajo su influjo, el deseo que se abruma en la soledad y busca desesperadamente la compañía de otros. A estos fines, los narradores de estos cuentos no vacilan, son aliados incondicionales que empujan ese anhelo vehemente hacia la concreción o hacia el desastre.

Porque el deseo también conserva su potencia cuando se deshilacha, cuando falla y se descompone y sus fuerzas fermentadas recrudecen en voz baja. En «Nido» los pájaros sobrevuelan el hogar destruido por la tormenta y abandonan su cría muerta sin pena ni tristeza, mientras que los humanos quedan atrapados en los cortocircuitos de la destrucción que picanea a seguir el absurdo hasta el grotesco. Porque como dice en «Los que se van»: El mundo ha explotado a su alrededor. Se ha desarmado y se ha vuelto a armar de otra manera. Esta nueva forma está hecha solamente de dolor.

Porque el deseo está cercado por el dolor, es una pulsión inconsciente que busca la satisfacción de un objeto perdido, un “algo más” inalcanzable. ¿Qué buscan estos personajes siguiendo los impulsos incontrolables? Como decía la canción “solo se trata de vivir” y creer que se alcanza lo inalcanzable es tan solo un oropel, una nueva inquietud que renueva el proceso de angustia y ansiedad a pesar del desgaste que conlleva cada nuevo intento.

No te acerques tanto al borde reúne doce cuentos contundentes y arteros, balas en el cerebro que no se demoran en descripciones intrascendentes. Desde la primera palabra tienen como único objetivo cerrar la historia. No dejan filtraciones ni posibilidad de interpretaciones trasnochadas, pero abren el sentido de una manera mucho más sutil y terrorífica, que permanece como una resonancia pegajosa en el lector, una molestia existencial que descoloca, que nos acerca temerariamente al borde del instinto en estado puro, a la olorosa verdad tocada en vivo como nos advierte el epígrafe de César Vallejo. La interpretación insoslayable de nuestras propias miserias.

domingo, 28 de septiembre de 2025

Reseña de "No te acerques tanto al borde" de Lucrecia Labarthe por Emiliano Perez Garay

Los once cuentos que conforman este libro parecen haber sido guiados por el siguiente pasaje que la narradora de uno de ellos encuentra en un viejo diario personal: “nunca supe distinguir lo que pasó de lo que podría haber pasado, y además sigo estando convencida de que esa distinción no tiene ninguna importancia.” Uno podría pensar que todos son protagonizados por una misma mujer escindida entre las telarañas de la realidad y la imaginación. Una escisión que también puede observarse en las formas: el marco siempre es realista, pero esa realidad ha sido contaminada por los ácaros de la demencia; las personajes rondan a menudo el desborde emocional, pero el lenguaje que los retrata es controlado y consciente del peso y el peligro que puede acechar en cada palabra. No necesita emular el habla coloquial para sonar verdadero, y pocas veces cede a la tentación de recurrir a la mecánica del cinismo para plasmar escenas de una innegable crudeza.



La prosa es concisa sin ser mezquina, no se aventura en notas falsamente poéticas ni apela a los semitonos trémulos del patetismo. Son cuentos atravesados por el tamiz de la experiencia antes que por los microscopios de la experimentación, y sin embargo esa experiencia nunca deja de refractarse en múltiples realidades posibles, ninguna de ellas exenta de grandes heridas, traumas irresueltos u obsesiones latentes que hacen avanzar las distintas historias (también podríamos llamarlas batallas) con el fragor propio que caracteriza a la vida en momentos de gran intensidad, sin acudir a los hiperbólicos estímulos del horror o el fantástico para ganar nuestro interés.



Estas batallas a veces se libran en el campo de las relaciones familiares; a veces en el campo de la memoria; en otras, en las arenas del erotismo falto de amor o el amor falto de erotismo (nada nos viene dado de manera oportuna o enteramente satisfactoria). En cada uno de los relatos la esperanza es una trampa, y la decepción el camino invariable a una resignación chejoviana que parecer ser la única manera de reconciliarse con lo dado.
Como para Carver, Di Benedetto o el mismo Chejov, para Lucrecia Laberthe la literatura es un juego que se juega dura y seriamente, porque en él uno se está jugando la vida