como un bostezo disimulado en un año de rumores.
Estoy acostada boca arriba a veinte cuadras del rio.
Tengo que poder levantarme, me digo.
como una araña que trepa por una pared
y se
posa en el techo con delicadeza.
Qué difícil es no hacer nada
examinar mis posibilidades
amordazadas por sus consecuencias.
La melancolía es repugnante
y la ciudad me envuelve
llena de muebles viejos
de polvo
y de olores nuevos que me dan curiosidad
aunque soy una mujer casada,
y ahora estoy cansada.
Después del rio hay otra orilla
que no quiero alcanzar,
abajo la gente canta, pelea, alborota
y me duele el cuello de sostener
tantos pensamientos indispensables.
En farsi al pasado perfecto se lo llama pasado relacional
porque siempre hay un residuo, un resto, una ceniza que no deja de enturbiar.
El futuro en cambio
es la pata de un insecto
que se arrastra hacia el horizonte,
como una oración que haba del deseo
y de la decepción,
a la vez.
Un mapa, quizás.
Sostener.