Para los argentinos que cantan sus canciones de esclavos
y esperan beneficios de un poder invisible y mágico.
Para los argentinos que se entregan cada día de rodillas
que de las noticias solo miran la cotización del dólar
pero nunca ganan, nunca cosechan, nunca comprenden.
Para los chicos que crecen hoy a pesar de todo
y juegan y toman vino y se casan
con sus compañeras de juegos y tienen hijos
y mueren al fin de consumo, de anemia y de violencia.
Para los que caminan ciegamente perdiendo el tiempo
y duermen cuando tienen hambre y toman para disimular
encadenados y enredados entre sí por criaturas intangibles.
Para este pueblo que tropieza y se tambalea
en las fábricas y las oficinas y los bares
perturbados, engañados y devorados
por sanguijuelas monstruosas negras ávidas
y son presas dormidas
de la esperanza hueca, la moda y la novedad,
santos creyentes de falsos profetas.
Para ellos
construyo con partes de mí
esto que no tiene forma de nada
porque no es nada que haya existido antes.
Pero construyo y resulta
una afirmación
de que el país importa
y su gente importa
por razones grandes y simples,
construyo signos,
marcas de resistencia.