sábado, 26 de enero de 2019

El sueño de Sor Juana


Vuestra Reverencia quiere que me salve ignorando:
Pues amado Padre mío, ¿no puede esta hacerse sabiendo?
SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ, “CARTA A SU CONFESOR”




                Sor Juana Inés de la Cruz escribe su obra El sueño en el año 1690, a los treinta y nueve años de edad, en la cumbre de la evolución de su pensamiento, cinco años antes de su muerte y en el inicio del quinquenio en el que lo perdería todo. Se trata del mismo año en que Sor Juana compone “Crisis de un sermón” por pedido del obispo de Puebla, Don Manuel Fernández de Santa Cruz, una crítica al “Sermón del Mandato” del padre jesuita Antonio Vieyra de 1650, en el marco de una disputa política con el arzobispo Aguiar y Seijas, quien era gran admirador de Vieyra. Fernández publica el texto sin autorización de Sor Juana, con el nombre de “Carta Atenagórica”,  pero se ocupa de limpiar su nombre, pues la acompaña de una respuesta, que firma como Sor Filotea, y que contiene un llamado de atención a la monja, a la que le reprocha entre otras cosas su excesiva curiosidad e interés en asuntos profanos. Sor Juana ya había recibido estas críticas, particularmente de su confesor, el Padre Antonio Nuñez de Miranda. La acción del obispo deja a Sor Juana en una posición muy delicada pero no duda en reaccionar con la “Respuesta a Sor Filotea de la Cruz”, fechada el primero de marzo de 1691. En este texto la escritora demuestra firmeza al defender sus convicciones intelectuales y entre otros conceptos expresa que sólo Dios puede juzgarla y que su inclinación al conocimiento proviene del impulso divino.
                Existen diferentes versiones de lo que sucedió después, la que encontramos más creíble es la que dice que el 2 de abril de 1693 el provisor eclesiástico del arzobispado, Antonio de Aunzibay y Anaya, inició lo que de hecho fue un proceso episcopal secreto contra Sor Juana, acusada de diversas culpas: sospecha de herejía, desacato a la autoridad y actividades incompatibles con su estado monacal (TRABULSE, 1995: 31). El proceso culminó con una sentencia rigurosa que obligaba a la monja a abjurar de sus errores, a confesarse culpable, a desagraviar a la Purísima Concepción, a no publicar más y a ceder su biblioteca y sus bienes al arzobispo Aguiar y Seijas, lo que equivalía además a la anulación expresa de testamento. Los documentos de la abjuración, las dos protestas de fe y la Petición Causídica de 1694 fueron firmadas con sangre. Después de que la hubieran silenciado para siempre, no resulta extraño que Sor Juana muriera al poco tiempo, en abril de 1695.
                En las producciones textuales mencionadas, producidas en el quinquenio 90/95, el yo de la autora, así como sus modelos de intervención, toman diferentes formas: velado, transparente y enmascarado. Velado en “El Sueño”, apareciendo solamente en los versos  617, “de esta serie seguir mi entendimiento”; 690, “el Hombre digo, en fin, mayor portento” y el verso final 975, “el Mundo iluminado, y yo despierta” (subrayados míos).  Transparente en “Respuesta a Sor Filotea de la Cruz”, por ejemplo: “Así, yo, Señora mía, sólo responderé que no sé qué responder” (2018, 36). Enmascarado en las protestas de fe que se vio obligada a escribir.
                El poema apareció en el segundo y último tomo de sus obras completas, editadas en 1692 en Sevilla, con el nombre de “Primero Sueño” y con un epígrafe que decía: “que así intituló y compuso la madre Juana Inés de la Cruz imitando a Góngora”. Esta alusión a la “Soledad Primera” es un movimiento de adscripción y legitimación del poema, que se coloca  así a la sombra del texto de Góngora.  Es una silva de 975 versos. Esta métrica que se utilizaba habitualmente en la poesía barroca en poemas lírico-descriptivos, reflexivos, narrativos y didácticos es una combinación de heptasílabos y endecasílabos, de rima consonante libre, con versos no rimados y sin división en estrofas. El Padre Calleja, primer biógrafo de Sor Juana, hace el siguiente resumen: “Siendo de noche, me dormí. Soñé que de una vez quería comprehender todas las cosas de que el Universo se compone. No pude, ni aun divisas por sus categorías, ni aun solo un individuo. Desengañada, amaneció y desperté” (1996, 23).
              En el texto podemos encontrar diversas series temáticas que se encadenan bajo la ficción del sueño: mitológica, filosófica, teológica, fisiológica, físico-astronómica y jurídico-política.  En la serie mitológica el poema trae a colación personajes que tienen en común, casi todos ellos, el haber sido castigados por su atrevimiento o su desobediencia. En la serie filosófica se ocupa de las vicisitudes del alma en busca el saber y se refiere a los pensamientos de Platón y Aristóteles y junto con ellos a los neoplatónicos y tomistas. Encontramos también una serie teológica que refiere, en diferentes zonas del poema, al apocalipsis, a Evangelio de San Juan y a la Torre de Babel. Cuando comenta los procesos del dormir y el despertar hay una serie fisiológica que menciona los humores sin nombrarlos (serían la sangre, la melancolía, la flema y la cólera), el quilo, el corazón “vital volante”, el pulmón “imán del viento”, el estómago “científica oficina”, etc. Hay también una serie físico-astronómica, en la que se ocupa de los cuerpos celestes y sus movimientos. Todas las series confluyen en  la político-jurídica que refiere a los accesos o vías hacia el saber, sus riesgos y castigos, pero también alude a un mundo sin jerarquías donde equipara a todos: el rey, el campesino e incluso el Papa y llega a una teoría del buen gobierno.
                Se ha insistido en leer al poema como la historia del fracaso de un intento de saber. Roberto Echevarren dice: “El sueño es apoteosis y derrota” (2014, 155) y Arias de la Canal: “consciente de su fracaso metafisico, se resigna humildemente al ‘ignoramos e ignoraremos’ por la vía racional el ser del Cosmos” (1998, 47). Sin embargo en las numerosas referencias de la serie mitológica del poema, Sor Juana levanta un panteón de mitos profanos subversivos, que no son otra cosa que figuras de la audacia: Nictimene, las Mineidas, el Ascáfalo, Alcione, Acteón, Dedalo, Icaro y Faetón. La monja desarrolla una trama alegórica de la temeridad y el desafío y sus personajes se refugian en la noche pero solamente para poder mostrar su cualidad transgresora.  Del mismo modo que a los audaces se los ha confinado a la noche, es la protección de esa oscuridad y del soñar la que parece permitir al poema pensar de manera transgresora, y la llegada del día no solamente no traerá el escarmiento sino que nos dejará problematizando la naturaleza misma del castigo. Lo que da lugar a este tipo de interpretaciones es que Primero Sueño es un texto alegórico y oscuro. El conocimiento no es visto como culminación o epifanía, sino que es identificado con un tránsito, con un  viaje intelectual. Ese conocimiento no busca el triunfo definitivo sobre el saber del mundo sino que se constituye como primer eslabón de una praxis cognitiva que atraviesa los límites del poder.
                Nictímene, Ícaro y Faetón vienen a complejizar y hasta a negar la posibilidad de una lectura meramente punitiva del impulso intelectual osado. Dice Sor Juana sobre la primera: “la avergonzada Nictímene acecha/ de las sagradas puertas los resquicios/ o de las claraboyas eminentes/ los huecos más propicios / que capaz a su intento le abren brecha / y sacrílega llega a los lucientes/ faroles sacros de perenne llama/ que extingue sino infama/ el licor claro, la materia crasa/ consumiendo, que el árbol de Minerva/ de su fruto, de prensas agravado/ congojoso sudó y rindió forzado.”(vv. 27-38) La hija de Nicteo es sigilosa y es sacrílega, pero consigue llegar hasta la luz, hasta los faroles de que son alimentados nada menos que por el aceite del olivo, el árbol de Minerva, la diosa de la sabiduría.
                Por su parte Ícaro es víctima de un castigo, que al mismo tiempo que es ejemplar es famoso, tanto que nombra al mismo mar donde cae: mar de Icaria. Este doble valor le servirá a Sor Juana más adelante en el texto para establecer relaciones entre escarmiento, fama y deseo de imitación. Así, la osadía revela su faz útil o provechosa, porque la fama que gana genera en su público una voluntad de emulación. El adjetivo que culmina los versos dedicados a Ícaro: “(necia experiencia que costosa tanto/ fue, que Icaro ya, su propio llanto/ lo anegó enternecido)” (vv. 466-68, subrayado mío), indica que Ícaro, y metonímicamente su público, no están indignados por la desobediencia o satisfechos del castigo, sino que sienten empatía, ternura y compasión.
                El modelo definitivo del poema es Faetón. Sobre él dice Sor Juana: “y al ejemplar osado/ del claro joven la atención volvía/ —auriga altivo del ardiente carro—,/ y el, si infeliz, bizarro/ alto impulso, el espíritu encendía” (vv. 785-89) La simpatía es evidente: el impuso es alto, el joven es claro, el espíritu se enciende.  Continúa luego: “—más que el temor ejemplos de escarmiento—/ abiertas sendas al atrevimiento,/ que una vez trilladas, no hay castigo/ que intento baste a remover segundo/ segunda ambición, digo,” (vv. 791-95). Este trillar, estas sendas, están indicando claramente que la osadía, que la audacia abren caminos, que no traen temor al escarmiento sino que muestran la senda a seguir en ese mismo atrevimiento. Los castigados son entonces mártires. Son figuras ejemplares que permiten iluminar la ruta. Sor Juana  resalta la ejemplaridad de la acción intelectual infractora: “Ni el panteón profundo/ —cerúlea tumba a su infeliz ceniza—,/ ni el vengativo rayo fulminante/ mueve, por más que avisa,/ al ánimo arrogante/ que, el vivir despreciando, determina/ su nombre eternizar en su ruina,” (vv. 796-802). Ese eternizarse no es entonces tanto condena como fama.  El “ejemplar pernicioso” no engendrará censura, sino “alas a repetido vuelo,” y se puede deducir que conseguirá en sus seguidores perjudicar a la misma política represiva del escarmiento. Así triunfa en su derrota esta ambición cognitiva que: “del mismo terror haciendo halago/que al valor lisonjea—/las glorias deletrea/ en los caracteres del estrago”. (vv. 803-10).
                Esta perspectiva se completa cuando la divulgación induce la posibilidad de una imitación; lo que debería ser “vergüenza pública” se convierte en “fama gloriosa,” que puede producir la emulación futura. El develamiento de un acto, inconcebible antes de la transgresión inaugural, lo hace posible, lo hace materia de circulación pública y, como tal, modelo de acción: “que del mayor delito la malicia/ peligra en la noticia,/ contagio dilatado trascendiendo;/ porque singular culpa solo siendo,/ dejara más remota a lo ignorado/ su ejecución, que no a lo escarmentado.” (vv. 821-26). Es entonces que la dualidad éxito-fracaso se vuelve líricamente secundaria y se desprecia el resultado para destacar la pasión de saber, la verdadera virtud que continuará pugnando por abrir nuevas fronteras al conocimiento.

 Bibliografía

ARIAS DE LA CANAL, Fredo (1998). Las fuentes profanas de Primero sueño y otros ensayos sorjuanistas, Ciudad de México, Frente de Afirmación Hispanista.

CALLEJA, Diego (1996). Vida de Sor Juana, Ciudad de Mexico, Instituto Mexiquense de Cultura.
DE LA CRUZ, Juana Inés  (2014). "El sueño", en El sueño, Amazon libros.
DE LA CRUZ, Juana Inés (2018). Carta Atenagórica y Respuesta a Sor Filotea, Barcelona, Red Ediciones SL.
ECHEVARREN, Roberto (2014). "El sueño: una lectura" en De la Cruz, Juana Inés, El sueño, Amazon libros.
TRABULSE, Elías (1995). Los años finales de sor Juana: una interpretación (1688-1695), Ciudad de México, Centro de Estudios de Historia de México Condumex.

No hay comentarios:

Publicar un comentario