miércoles, 26 de noviembre de 2014

Algunas reflexiones sobre Anillo de Moebius de Julio Cortázar


La cinta de Moebius como resolución de la dualidad

Cortázar muestra en sus obras preocupación por el tema de los opuestos, de los contrarios, y expresa literariamente la búsqueda de una forma filosófica que resulte adecuada a su concepción del mundo y que pueda resolver este problema. Sobre su experiencia de la duplicidad, Cortázar nos cuenta: "Siempre seré como un niño para tantas cosas, pero uno de esos niños que desde el comienzo llevan consigo al adulto ... una coexistencia pocas veces pacífica de por lo menos dos aperturas al mundo (...) y esa yuxtaposición que hace al poeta y quizá al criminal, y también al cronopio y al humorista (cuestión de dosis diferentes, de elecciones: ahora juego, ahora mato) se manifiesta en el sentimiento de no estar del todo en cualquiera de las estructuras, de las telas que arma la vida y en las que somos a la vez araña y mosca". (La vuelta al día en ochenta mundos, subrayado mío)


Su avatar en  Rayuela, el escritor Morelli, dice:  “Puede descubrir que la luz es continua y discontinua a la vez, que la  molécula de la bencina establece entre sus seis átomos relaciones dobles y que sin embargo se  excluyen mutuamente; lo admite, pero no puede comprenderlo, no puede incorporar a su  propia estructura la realidad de las estructuras profundas que examina”. (Rayuela).  Cortázar está evidenciando una indagación interior que quiere resolver esta contradicción, primero en forma plenamente intelectual y luego también íntimamente, afectivamente.  En sus cuentos nos encontramos con una estructura binaria, muchas veces reflejada en la figura del doble, y hallamos un puente que los personajes atraviesan para pasar de una realidad a otra, de una identidad a otra. Pero esta identidad de los personajes ya está construida con la interferencia que proviene del otro plano y que provoca una inestabilidad.  Irrumpen fuerzas extrañas, perturbaciones de lo normal que nos permiten descubrir dimensiones ocultas. Se  trasluce el intento activo del autor de moldear su conciencia de acuerdo con el paradigma científico relativista y cuántico, no buscando una síntesis, sino más bien una complementariedad.
Lo que se está expresando es la función  individualizadora de la razón, opuesta a la función identificadora: según Heisemberg  cuando observo un proceso, lo modifico, por lo tanto no puedo observar “objetivamente” y este conocimiento objetivo estrictamente no existe. Es el cambio permanente el que no permite nunca que el objeto se identifique consigo mismo. Por otra parte la razón solo puede funcionar con la función identificadora, de modo que se da la paradoja en la ciencia moderna de tener que trabajar con dos hipótesis contradictorias al mismo tiempo y tratar de “acercarnos” a la realidad, sin tener ya ese saber una pretensión de verdad o de absoluto. El sistema actual en epistemología no tiene límites definidos, ni entre los elementos ni al interior de ellos. La totalidad del sistema está ahora constituida por el fenómeno observado y el proceso de observación. Los puntos de control están dispersos, difusos en la estructura de un sistema impredecible. La unidad del sistema es la complementariedad del sujeto y objeto. El todo está en la parte que está en el todo. Los fenómenos son despliegues de consciencia y la consciencia despliegue de fenómenos. Las cosas pueden ser y no ser a la vez, ser implícitas y explícitas, a la vez.
En los comienzos de esta búsqueda cortazariana, Olivera dice: “Si hay conciliación tiene que ser otra cosa que un estado de santidad,  estado excluyente desde el vamos. Tiene que ser algo inmanente, sin sacrificio del plomo por  el oro, del celofán por el cristal, del menos por el más; al contrario, la insensatez exige que el plomo valga el oro, que el más esté en el menos. Una alquimia, una geometría no euclidiana, una indeterminación up to date para las operaciones del espíritu y sus frutos” (Rayuela). Aquí se trasluce también la influencia surrealista que, por su parte, brega por una  “resolución dialéctica de las viejas antinomias: acción y sueño, necesidad lógica y necesidad natural, objetividad y subjetividad, etc.” (Breton, 1971) pero también habla de “la absurda distinción entre los bello y lo feo, lo verdadero y lo falso, lo bueno y lo malo”. Es complejo y arduo lograr una lógica tan contraria a la razón, Cortázar lo intenta. A pesar de todo, él busca la unidad y habría que pensar si esta búsqueda no es la única posible para el hombre.  Dice sobre John Keats: “Que el día no sea también la noche lo aterra y lo encoleriza; que cada cosa  aprehendida suponga su contrario remoto e inalcanzable, lo humilla. El acto genético de  apartar la luz de la tiniebla le parece a Keats taxativo, y al gesto escindente responde con el abrazo que reconcilia sin confundir, que busca la oneness (Imagen de John Keats, subrayado mío).
Ahora bien, si la solución consiste en poner de relieve la falsa contradicción de los contrarios, podríamos encontrarnos con la indistinción entre ellos y esto no es lo que se persigue.  Cortázar encuentra la figura que anda buscando en la banda de Moebius. Su forma revela por sí misma la ilusión de los sentidos, donde vemos dos sólo hay uno.  Cortázar ya utiliza la estructura de la cinta de Moebius, aunque sin hacerla explícita, en cuentos como “La noche boca arriba” y “Lejana” entre otros. Hay dos planos, uno cotidiano y otro extraordinario, en el momento en que se realiza la unión de los dos, se revelan como uno: anverso y reverso y se forma la cinta.
El plano anverso: Es el que revela lo real. Dos jóvenes que se encuentran. Janet va en bicicleta, es virgen, tiene miedo del sexo pero también inconscientemente lo ansía. Robert es un marginal, ha tenido una vida dura, ha vivido en reformatorios, su capacidad intelectual es muy poca, vive el presente como puede.  Es el plano predeterminado por la cultura, donde los acontecimientos son explicables y predecibles.
El plano reverso: Es el de la realidad extendida. Se revela lo extraordinario. Comienza con la muerte de Janet. Los estados que ella atraviesa. Al mismo tiempo, Robert continúa en el plano real. Lo que los une en esta instancia es el tiempo, el suceder en forma simultánea.
El encuentro: Robert se suicida y va al encuentro de Janet. Se revela que no había dos planos, era sólo uno, una sola realidad dinámica.


La violación: Bataille, sexualidad femenina

Muchos han visto en la erótica de Cortázar la influencia de Bataille. Para este autor el erotismo es una experiencia que nace del interior y que se manifiesta en las experiencias corporales. La muerte y la vida dominan el campo del erotismo, pues el erotismo a lo que apuesta es a una continuidad, en oposición a la discontinuidad que nos es característica desde el momento de ser humanos: somos discontinuos porque estamos separados del otro, porque entre uno y los demás hay un profundo abismo, aún con los más amados, aún con los amigos más íntimos. La no reciprocidad, el desencuentro, la soledad y la no unicidad nos alcanza. La continuidad mágica, terrible, fusionable es lo que busca el erotismo. Ser con el otro uno, ser ambos continuo. “Enroscar mi cuerpo con el del amado y ser con él un ente único, ser con el otro un igual, ser con el otro un todo, lo cual nos sitúa ya en el campo de la muerte, pues el deseo sería morir con el otro, fusionados.” (El erotismo, Bataille) Afirma que todo acto sexual lleva la marca de la trasgresión: el acto sexual es pecaminoso siempre, es un poco vergonzoso, siempre tendrá valor de fechoría, y es esta condición transgresora lo que permite que el matrimonio pueda acceder al erotismo. “Lo que tiene de notable el interdicto sexual es que se revela plenamente en la transgresión… jamás la interdicción aparece sin la revelación del placer ni jamás el placer sin el sentimiento de la interdicción.”
Para Bataille las mujeres no son necesariamente más deseables que los hombres, pero son el objeto privilegiado del deseo porque históricamente han sido quienes provocan el deseo del hombre; las mujeres se han ofrecido, en una actitud pasiva, al deseo agresivo de los hombres.  Las mujeres -dice Bataille- cuidan su belleza, se arreglan, se adornan y al hacerlo se asumen y ofrecen como objeto al deseo de los hombres, para luego negarse un poco. En el juego de la seducción --a cargo de las mujeres según la visión de Bataille-- las mujeres juegan a que huyen, la mujer hace como que escapa, avivando el deseo.
Es desde este punto de vista que Cortázar vuelve al tema de la violación. En primer lugar porque desprecia una sexualidad rutinaria o adaptada socialmente, pero, más importante, porque quiere remarcar la transgresión en el acto sexual. Su visión de este interdicto es, tomado acabadamente, el de la violación, porque él siente que ése es su papel en tanto hombre, encarnar el deseo agresivo y está íntimamente seguro de que la transgresión femenina está en la entrega a ese deseo. Por eso le gustaría que la mujer gozara cuando es violada.
El tema de la violación atraviesa la obra de Cortázar durante la primera  mitad de los años setenta. En el Libro de Manuel  Andrés Favat viola analmente a Francine, («Y algo nuevo nacía en su llanto, el descubrimiento de que no era insoportable, que no la estaba violando aunque se negara y suplicara, que mi placer tenía un límite ahí donde empezaba el suyo y precisamente por eso la obstinación en negármelo, en rabiosamente arrancarse de mí y desmentir lo que estaba sintiendo, la culpa, mamá, tanta hostia, tanta ortodoxia.»)  Volvemos a encontrar el tema en “El rio”: “La sábana te cubre a medias, mis manos empiezan a bajar por el terso dibujo de tu garganta, inclinándome respiro tu aliento que huele a noche y a jarabe, no sé cómo mis brazos te han enlazado, oigo una queja mientras arqueas la cintura negándote, pero los dos conocemos demasiado ese juego para creer en él, es preciso que me abandones la boca que jadea palabras sueltas, de nada sirve que tu cuerpo amodorrado y vencido luche por evadirse, somos a tal punto una misma cosa en ese enredo de ovillo donde la lana blanca y la lana negra luchan como arañas en un bocal. De la sábana que apenas te cubría alcanzo a entrever la ráfaga instantánea que surca el aire para perderse en la sombra y ahora estamos desnudos, el amanecer nos envuelve y reconcilia en una sola materia temblorosa, pero te obstinas en luchar, encogiéndote, lanzando los brazos por sobre mi cabeza, abriendo como en un relámpago los muslos para volver a cerrar sus tenazas monstruosas que quisieran separarme de mí mismo”. Aunque no se trata de una violación, describe el sexo entre Olivera y la Maga de este modo: “La hizo Pasifae, la dobló y la usó como a un adolescente, la conoció y le exigió la  servidumbre de la más triste puta”.
Finalmente la violación como camino de unión total de los seres está expresada en “Anillo de Moebius”. Aquí Robert realiza su transgresión masculina, su misión de hombre, casi como en una tragedia griega, casi sin proponérselo, como su sino inevitable al que los caminos lo han conducido. A través de él, Janet es salvada de su vida gris y pequeño burguesa y encuentra su forma verdadera y su deseo después de la  muerte. Y es, finalmente, la muerte, la única que puede unir a los amantes, como en Romeo y Julieta.
En mi opinión, este poema de Pedro Salinas expresa la visión que también Cortázar tiene de la sexualidad femenina y del papel del hombre en ella:
Perdóname por ir así buscándote /tan torpemente, dentro /de ti.
Perdóname el dolor, alguna vez. /Es que quiero sacar/de ti tu mejor tú.
Ese que no te viste y que yo veo,/nadador por tu fondo,/ preciosísimo.
Y cogerlo /y tenerlo yo en alto como tiene/el árbol la luz última/que le ha encontrado al sol.
Y entonces tú/en su busca vendrías, a lo alto.
Para llegar a él /subida sobre ti, como te quiero/ tocando ya tan solo a tu pasado
con las puntas rosadas de tus pies,/en tensión todo el cuerpo, ya ascendiendo
de ti a ti misma./Y que a mi amor entonces le conteste/la nueva criatura que tú eres.

Con todo lo salvadores de mujeres que estos autores se creían, apenas si habían sabido o querido adentrarse en los secretos de la sexualidad femenina más allá de lo evidente o de lo que sus amantes hubieran querido comunicarles en algún momento. No sé si les bastaba el engaño o si les servía para sus fines. Basta leer este comentario de Cortázar: “Cualquier voyeur de nuestra literatura actual descubrirá rápidamente que estas chicas (…) se quedan en un liviano erotismo de clítoris y no acceden casi nunca al vaginal”.  De esta incomunicación también habla la ausencia en la literatura de Cortázar del amor entendido como comunicación ilimitada y como ternura intensa.


Sadismo poético

Es a partir de su trabajo sobre Keats, que Cortázar comienza a describir el conocimiento poético como un “ser la cosa misma mientras dura el acto poético”.  En “Para una poética” avanza un poco más y dice que para un poeta cuando dice “A es como B”, lo que hay no es una comparación sino una participación, dos cosas que son una. Saca esta idea de Levy-Bruhl . Es una voluntad de enajenamiento del poeta que se expresa en la metáfora. Una cosa no es “como” otra, es otra. El poeta se apropia de lo otro, se desliza desde la participación a la posesión del ser de lo otro.  “Poesía es voluntad de posesión, es posesión. El poeta agrega a su ser las esencias de las que canta. Canta por eso y para eso”  La imagen sería la forma lírica del ansia de ser siempre más, una urgencia metafísica de posesión a la que él llama el “sadismo poético”.
Creo que es también en este sentido que es tomada la violación de Robert, como un deseo de apropiación del otro ser (escape de la soledad hacia la unicidad) y al mismo tiempo como apropiación del propio Cortázar que a través de la violencia preconizada, de la muerte alcanzada, llega y se apropia como autor de ese “oneness” keatiano en los amantes imposibles.


Los estados de Janet. El tiempo de Aión. La fuga de Cronos. La oportunidad de Kairós

Cronos es el dios de la génesis, aparece en el seno de la tierra. Es hijo de cielo y tierra, y su acción principal es castrar al padre. Al castrar al padre, cielo y tierra se separan y entre ellos comienzan a aparecer todas las cosas de este mundo, incluidos nosotros, mortales. Se da lugar al orden cósmico, al Génesis. Para conservar su reinado, y ya que le habían augurado que uno de sus hijos se sublevaría contra él, devoraba toda  su descendencia, porque Cronos  es un dios que necesita engullir y matar a todo lo otro para que permanezca su poder. Es el dios que mata para conservar su eternidad. Dios de la muerte de todo lo finito, para ser él infinito. Es el dios que mata a Janet.
El dios Aión, de la Grecia antigua, no es ningún dios genético. Siempre está. No nace, no es  originado. No tiene que sublevarse contra nada, y no tiene que comerse nada para ser eterno.  Tan sólo da.  Sus imágenes son dobles, tanto se le presenta como a un viejo como encarnado en un niño. Señor del tiempo y de lo que no se mueve, de lo que no nace ni muere, de lo perfecto.  Dios de la vida pero no de la vida que muere.  Dios del pasado, de la vejez, de la eterna juventud, y del futuro, a la vez. Un futuro y un pasado liberados de la tiranía de Cronos. Es el dios de los estados post mortem de Janet.
Kairós es el demonio fugaz que aparece como inspiración y nos lleva a otra dimensión.  “Momento oportuno”, se le llama a este kairós. Ocasión. En griego se utiliza la palabra en atletismo para llamar al punto justo donde un atleta tiene que entrar para ganar. El kairós es un tiempo, pero también un lugar, un espacio distinto del espacio de la duración o del recorrer las manillas del reloj. Se trata de un lugar-tiempo donde se nos arrebata de Cronos y se nos sitúa en Aión. Es el encuentro entre Janet y Robert.
Janet deja el albergue (cubo) reglamentado y con olor a encierro para tomar su bicicleta y andar libre en el bosque. Janet en fuga. En fuga de los otros cuerpos, tras sus sueños: la velocidad de la bicicleta, los espacios abiertos. Janet recibida por el aire (el pelo, la blusa, los senos) que a su vez ella altera y rompe. Un verde traslúcido de túnel... Se tropieza con una encrucijada. Piensa en parar. Se encuentra con Robert, quien la ve primero y ya sabe todo. El también en fuga de los reformatorios y de lo poco recibido. La desea pero no quiere forzarla. Pero la vertiginosidad del tiempo hace que ninguno de los dos puedan explicarse lo que quieren. Entonces, la fuerza bruta, la resistencia de Janet, los recuerdos del horror, Janet encerrada, violada, asfixiada. Robert en la cárcel.
 "(...) ser viento siendo Janet o Janet siendo viento o agua o espacio pero siempre claro, el silencio era luz o lo contrario o las dos cosas, el tiempo estaba iluminado y eso era ser Janet, algo sin asidero, sin una mínima sombra de recuerdo que interrumpiera y fijara ese decurso como entre cristales, burbuja dentro de una masa de plexiglás, órbita de pez transparente en un ilimitado acuario luminoso."
"Derivar en lo inmóvil sin antes ni después, un ahora hialino (traslúcido) sin contacto ni referencias, un estado en el que continente y contenido no se diferenciaban, agua fluyendo en el agua... una condición fuera del tiempo, solamente el rush vertiginoso en lo horizontal o vertical de un espacio estremecido en su velocidad...  Alguna vez se salía de lo informe para acceder a una rigurosa fijeza ...tangible...".
Aquí se sale del tiempo: un ahora hialino, transparente, sin espesor. Cambio de estados incorporales, extracorporales. (Ella no siente su cuerpo ni lo ve.) Tampoco tiene voluntad aún. Transformaciones de los cuerpos sin órganos. Simplemente transita estos estados olas, reptar, etc. Es pura superficie, puros tránsitos de un estado al otro.  Desterritorialización.  Se reterritorializa cuando vuelve a la tangibilidad del cubo, a un presente espeso. (Cronos, en contraste con el presente traslúcido de Aión) En este retroceso que es el cubo, donde vuelve en parte a un presente corpóreo, vuelve también en parte a un tiempo y espacio relativos, sabe, sólo en este estado, que lo prefiere a otros y al dolor que le causan los continuos devenires de un estado a otro. De a poco (paradoja del lenguaje, ya que no hay antes y después en su fluir, sólo en el cubo) se va perfilando un continente y contenido, Janet y su ser olas y luego Janet en las olas.
No hay antes y después pero hay algo que se va construyendo: consciencia del cuerpo, voluntad, deseo y ese deseo tiene un nombre: Robert. El deseo como construcción, pero más aún como constructor. Es la fuerza del deseo lo que indica que todavía hay eros en ese tánatos de Janet y es esa fuerza la que la impulsa hacia adelante, que al mismo tiempo es atrás, a su pasado y a su posibilidad con Robert.
Va surgiendo primero del recuerdo, recuerdos borrosos y mezclados que se van sucediendo. Nada y nada y comienza a visualizar un término, Robert. Comienza a desearlo, a sentir su propio cuerpo aunque no lo vea. Llega a Robert en su estado cubo, aislada absolutamente, intentando territorializarse, concretar su deseo con Robert. Pero para que ella encuentre a Robert, Robert debe salir del cubo donde está - -donde ya no registraba el tiempo-- y entrar en la experiencia de su propio devenir. También debe morir antes. En esos cambios de estados, en ese desterritorializarse y devenir constante, se encontrarán en algún momento Robert y Janet.
Aquí ese modo tan familiar de Cortázar de entrar en "lo otro" se produce justamente con la muerte de Janet y luego de Robert. La trágica muerte de Janet se produce por esta precipitación del tiempo, un tiempo cronológico donde no cabe un fluir deseante, donde las palabras fallan como intercesoras de su expresión. Un cuerpo vacío en fuga que choca contra otro demasiado violento. Cuando Janet emprende la fuga del albergue (cubo) y entra en contacto con la brisa, en su libre andar de bicicleta hacia el bosque, ya hay un anuncio de un ahora de superficie que se interrumpirá con la muerte y proseguirá en esos sucesivos estados que terminan en su consciencia de deseo de Robert.
Lo otro siempre es un fluir nómade, liso, en un tiempo aiónico, intenso. Lo más perturbador es que ese pasaje es sólo posible a través de la muerte. El túnel, hilera de árboles en el bosque, es el pasaje fatídico que a su vez dará lugar a la epifanía: el deseo de Janet. Los pasajes a contrapelo desde el tiempo de Robert son el reverso del anillo de Moebius que forman con el relato sobre Janet verso y reverso, pura superficie. Estos devenires son el acontecimiento mismo en el cuento. Janet fluir, Janet nadar, Janet ser en el agua…

Bibliografía

“Cuentos Completos”, Julio Cortázar, Ed. Alfaguara, Madrid
“Rayuela”, Julio Cortázar, Ed. Sudamericana, Buenos Aires.
“La vuelta al dia en ochenta mundos”, Ed. Siglo XXI, Buenos Aires.
“Incipit y subtexto en los cuentos de Julio Cortázar y Abelardo Castillo, Gabriela Menczel.
“La dualidad fantástica: el anillo de moebius de Julio Cortázar”, Ilinca ILIAN ŢĂRANU 
Universidad de Oeste de Timisoara, Rumania

“Julio Cortázar, la prosa de Moebius”, Dra. Yanna Hadatty Mora, Investigadora
“El paradigma complejo, un cadáver exquisito”,  Raiza Andrade y Cadenas, Evelin; Pachano, Eduardo; Pereira, Luz Marina; Torres, Aura. Universidad Interamericana de Panamá. UNIEDPA.
“La representación de las mujeres y de la sexualidad en la obra de Julio Cortázar” Amaury De Montlaur .
“El principio y el fin en los cuentos de Julio Cortázar”, Arturo García Ramos.
“La Fascinación de las Palabras, Una conversación con Julio Cortázar”, Omar Prego. Muchnik Editores, 1985.
“Los pliegues del tiempo: Kronos, Aión y Kairós. “ Amanda Núñez. Investigadora. Filosofía. UNED
“Kairos, Aión y Cronos: dioses de la gestión y el liderazgo”, Eugenio Moliní

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